Por María Beatriz Greco.
En todo tiempo histórico los/as adultos/as tenemos un trabajo en común, el de recibir a las nuevas generaciones, hacerles un lugar y hacerlo de tal modo que ese lugar no sea simplemente una imposición, sino una proposición abierta y hospitalaria, una invitación a formar parte de una historia, la que será recreada por los/as que son invitados/as. Con frecuencia advertimos que algo del campo de experiencia ya conocido, en la escuela, se ve intensamente conmovido. No nos alcanza lo que sabemos y lo que tenemos compuesto de una manera desde que nosotros/as mismos/as fuimos recibidos/as por nuestros/as adultos/as, en nuestras familias y en nuestras escuelas.